En los huertos y en los jardines, cuyos senderos no hollaban hacía muchos años, las plantas de los religiosos, la vegetación, abandonada a sí misma, desplegaba todas sus galas, sin temor de que la mano del hombre la mutilase, creyendo embellecerla. Las plantas trepadoras subían encaramándose por los añosos troncos de los árboles; las sombrías calles de álamos, cuyas copas se tocaban y se confundían entre sí, se habían cubierto de césped; los cardos silvestres y las ortigas brotaban en medio de los enarenados caminos, y en dos trozos de fábrica, próximos a desplomarse, el jaramago, flotando al viento como el penacho de una cimera, y las campanillas blancas y azules, balanceándose como en un columpio sobre sus largos y flexibles tallos, pregonaban la victoria de la destrucción y la ruina.
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Negli orti e nei giardini, i cui sentieri da molti anni non erano calpestati dai piedi dei religiosi, la vegetazione abbandonata a se stessa spiegava tutta lasua pompa, senza timore che mano d'uomo la mutilasse credendo di abbellirla.
Le piante rampicanti salivano aggrappandosi su per i tronchi annosi degli alberi; gli ombreggiati viali dei pioppi, le cui chiome si toccavano e si confondevano fra loro, si erano coperti di un tappeto erboso; i cardi silvestri e le ortiche spuntavano in mezzo ai sentieri ostruiti e tra due resti di muri prossimi a crollare; la rucchetta, ondeggiando al vento come il pennacchio di un cimiero, e le campanelle bianche ed azzurre, dondolandosi come un'altalena sui loro lunghi e flessibili steli, annunciavano la vittoria della distruzione e della rovina. |
